jueves, 24 de noviembre de 2011

La Cuca




La heladera quedó abierta como por diez minutos. Me doy cuenta y la cierro, pero escucho unos ruidos. Pienso: "Serán las estarlactitas derritiéndose por el calor?"
De pronto, vislumbro una sombra pequeña con patitas, antenas y pelos, moviéndose con desesperación, causando los ruiditos que había escuchado.

Ella, La Cuca, luchaba bajo la bandeja de huevos para poder escapar. Yo, la humana, peleaba y daba saltitos con grititos. Confieso que tenía calor y estaba en lolas frente a la heladera. Sin embargo, no podía pelear con ella y con mis lolas al viento. Dejé la heladera abierta y me fui a poner una remera y cacé el arma asesina: la pantufla (tenía que ser la derecha, porque la izquierda tiene forma para el otro lado, que no lo domino).

Ya protegida con mi remera y armada hasta los dientes, me dirigí sigilosa a la heladera. Saqué los huevos, y allí seguía la desalmada, desagradable, asquerosa, inmunda, endemoniada, fétida, repulsiva y nauseabunda CUCA. Corría de un lado al otro con una velocidad que me asombraba, sin dar con destino fijo.

Mi arma no servía para la ocasión, de modo que corrí al baño y busqué EL ARMA DE DESTRUCCIÓN MASIVA: RAID! Y le di sin asco. La maldita desapareció bajo la heladera, pero yo me sentí victoriosa (y un poco mareada por el olor).

Orgullosa de mí misma, me dirigí hacia mi habitación mientras me sacaba la remera. Y VI LA CUCA HUSMEANDO, VIVITA Y COLEANDO, EN MI HABITACIÓN.