viernes, 18 de mayo de 2012

Vivir solo no es pan comido

A diferencia de esta nota que me tomó 3 meses de investigación, sufrimiento y recolección de pruebas (fotos y videos) ésta requirió de 9 años, 4 meses y unos cuantos días. Es que ese es el tiempo que llevo viviendo sola.
Vivir solo no es pura joda. Aunque tiene sus beneficios como: 1) hacer zapping a la velocidad que te gusta, 2) escuchar la tele/música al volumen que se te antoja, 3) estar varios días con el pelo revuelto y en piyama, 4) no tener que preparar purecitos para bebecitos, 5) no tener que cocinarle al marido y muchos etcéteras más, vivir solo genera muchos miedos, angustias, ansiedades, cuasi fobias, espantos, aprensiones y desasosiegos.

Además del clásico temor a morir y que me coman los gatos (como mi ídola Bridget Jones, aunque en su caso la comían perros salvajes), éstos son algunos de los temores que desarrollé al vivir sola cuando decidí irme del hogar familiar gobernado por una idische mame cuya excesiva sobreprotección resultó en la prolongación de mi período de adolescencia hasta los 26 años.




  • El período de adaptación: al principio mi único miedo – léase único – era ser invadida por desconocidos. Esto requirió de acompañante terapéutico prolongado: 24 horas y durante aproximadamente una semana, mi hermana se instaló en mi casa y el remedio fue peor que la enfermedad. Porque en este caso la convivencia ya no era impuesta por la familia sino elegida, lo que hacía una situación psi de libro y además aumentaba exponencialmente la relación perro-gato, que se tornó insoportable. Decidí vivir con el miedo y le di el olivo a mi hermana, en lugar de salir en la sección policial de los periódicos bajo el título “Cual Caín y Abel: mujer de 26 años asesina a hermana de 28”. (Nota de la escritora: puede ser que haya sido mi hermana quien decidió irse con motivo de no aguantarme más, pero esto no está muy claro en mi memoria).
  • La bañera: pasar la pierna para ingresar a la bañera es un acto de extrema peligrosidad y no es porque yo lo diga. 14 mil japoneses mueren al año en sus bañeras, esto es un hecho. Y si ellos, que son super inteligentes pueden caer en esta muerte tan pelotuda (léase “caer” literalmente), yo bien puedo hacerlo también. Pero como ´mujer precavida vale por dos´, solucioné este inconveniente comprando un pie de plástico. Pero no. El problema con el pie de plástico es que cuando lo lavás – cada tanto tenés que hacerlo, si no sos un roñoso – las sopapas no se chupan inmediatamente al piso. Si te olvidás de este hecho trascendental, de este fenómeno físico indispensable para prevenir tu deceso, es muy probable que seas víctima de muerte por resbalación efecto banana y ya muerto sigas sintiéndote un pelotudo. El segundo problema que trae el pie de plástico es que con la combinación de agua más crema de enjuague, shampú y jabón, se generan en las sopapitas inferiores unos desagradables hongos. Y eso me lleva al…
  • Miedo a morir por respiración de vapores de moho: esto ocurrió en muchos capítulos de Doctor House, como éste. Y si ocurre en la tele, es que es verdad. Además, los que siguen a las estrellas hollywoodenses sabrán que Brittany Murphy y su también famoso marido murieron por respirar moho. Y si los famosos pueden morir por respirar moho vaporizado, yo que soy famosa, también. O sea.. si A=B y B=C, entonces A=C. Elemental, Watson. Este temor sería infundado si yo no fuera famosa. Pero bueno… muy tarde para eso (guiño cómplice). 
  • El invierno: los que vivimos solos tenemos que buscar métodos alternativos para calentarnos porque… ¡vivimos solos! ¡No tenemos quién nos caliente! (no metan el dedo en la llaga). Así que cada invierno debo llamar al gasista para que destape el piloto de mis estufas que se llenan de hollín. Ninguna implicancia sexual. La cuestión es que cuando el señor se va, me pregunto si no habrá destapado demasiado los pilotos. Y durante una semana siento que me duele la cabeza, me arden los ojos y… tengo miedo de morir por inhalación de gas. Me despierto a la madrugada para asegurarme de que la llama del piloto siga encendida y termino durmiendo para el culo durante esa semana. Pero yo voy más allá de este temor a morir, y pienso que como nadie sabe el nombre de mi gasista, mi muerte quedaría impune. Entonces cada año pienso en pasarle los datos a mi vieja para que haga justicia por mi muerte, y cada año me olvido de hacerlo. Y al invierno siguiente, el mismo ritual se repite. En todos estos escenarios, yo muero antes que toda mi familia, se entiende.
  • El verano: no, no es que no hay p… que me venga bien. El invierno y también el verano tienen sus bemoles para quienes vivimos con nuestra alma. Hay momentos del verano en que el aire acondicionado es demasiado (además ahora que limpio mi propia casa porque La Señora me abandonó, vi que el Aire Acondicionado también tiene sus honguitos) entonces recurrimos al ventilador de techo. ¡Son un arma mortal, sépanlo! ¡Esas aspas asesinas pueden decapitarme en un tris! Además, no conozco al electricista que instaló los ventiladores en mi casa hace 9 años. Sería otro crimen impune perpetrado por autor desconocido y soy demasiado moishe como para llamar a uno y que haga una actualización. 
  • Cada cena, una pena: ojo con las comidas sólidas: la milanesa, el asado, un pollito o una simple lechuguita pueden ser los causantes de una muerte lenta pero segura. Entrando por el cañito equivocado, te das cuenta de que estás muriendo, ves tu vida pasar por delante de tus ojos mientras vos, como un infeliz luchás para escupir a tu verdugo. Inútil llamar al 911 porque… ¡te estás atragantando! Y así te van a encontrar tieso con una mano sosteniendo el tenedor y la otra metida en la garganta escarbando en tu campanilla, los ojos salidos cual gato Scratchy de Los Simpsons, cuando el olor a cadáver en descomposición llegue a tus vecinos. 
  • Los esqueletos de mi placard: no creo que muchos de ustedes hayan pensado en esto, eh. Creo que con esta nota estoy avivando a unos cuantos que inmediatamente después de leer se irán a destruir pruebas. Yo guardo secretos. Aunque tengo una madre judía que siempre encuentra el modo de saber todo de mí, hay cosas que guardo sólo para mí. Y sí, hay pruebas: cartas, objetos, DVDs y CDs (no, no se trata de pelis porno ni de videos hot). Son simples secretos que revelan partes de mi vida y mi personalidad que sólo unos pocos conocen. Y mi miedo es: el día que yo muera, quienes me sobrevivan vaciarán mi casa (pelearán por mi herencia, claro) y encontrarán todos mis secretos. Y hablarán mal de mí a mis espaldas. La única alternativa que me queda es, entonces, hacer como quien no quiere la cosa e ir contándolos en alguna borrachera – con total intención – o en un momento de intimidad que da para hablar justo de ese esqueletito que tengo guardado con recelo. La reacción que siempre obtengo es: “desearía no haberlo sabido”.
Realmente soy una loca de mierda pero sólo porque tengo mucha imaginación. Yo sé que muchas personas que viven solas se van a sentir identificadas con mis temores, y van a compartir conmigo por este medio sus propios miedos y fobias. Y a partir de ese entonces, sufriré mi día a día con temores nuevos de los que antes de hoy, no sabía existían.