lunes, 18 de junio de 2012

Vivir solo no es pan comido - parte II

Debido a la repercusión y gran aceptación que tuvo esta nota, es que me vi en la obligación de continuar ahondando en mis fobias y temores de vivir sola y morir en el intento. Parece que a mis lectores les gusta reirse de mí, y no me vengan con eso de que se ríen "conmigo" y no "de mí". Está bien. Este blog es para eso.
Ya habrán leído entonces acerca de mis miedos a ser asesinada por desconocidos, morir por resbalamiento bañeril o por aspiraciones de moho o gas, decapitación por ventilador de techo o las consecuencias posteriores a mi muerte relacionadas con lo secretos que oculto en mi placard. Y si no lo leyeron, pueden hacerlo aquí.
Ahora bien, esos no son los únicos temores que tengo, pero dado que una nota en el blog no puede extenderse demasiado, debí hacerlo breve. He aquí la parte II.

  • Comenzando con la tecnología, noche por medio me dedico a cargar mi celular. Y en contra de todas las recomendaciones (¿?) lo hago sobre mi mesita de luz. En los noticieros amarillistas, abundan los informes que indican no cargar el celular cerca de uno pues dicen que el aparato puede recalentarse y explotar. Sin embargo, siempre me da fiaca enchufarlo lejos y expongo mi propia vida en favor de la vagancia. Duermo intranquila y en medio de la noche, me resigno y lo mudo de lugar, o simplemente lo desenchufo.
  • Dentro de esta misma categoría, encontramos nuevos miedos que aparecieron con el uso de estos malditos aparatos. Debido a la vorágine en la que vivimos, algunas noches me cuesta conciliar el sueño, y por consejo de mi psicóloga, intento dormir con música relajante. Pero el parlante no me ayuda a dormir, sólo puedo hacerlo con los auriculares en mis oídos. Es que parece que sólo así la música llega directo a mi cerebro y logra calmarlo. Sí, ya sé, soy una histérica insoportable, pero muchos comparten mi mal. Y me entenderán: si me pongo los auriculares, puedo morir ahorcada con mi propio cable mientras duermo. Y me imagino luchando contra el cable, tratando de sacarlo de mi cuello, como si estuviera intentando de salir de una bolsa de red, en la oscuridad silenciosa de mi hogar. Si no utilizo los auriculares, no puedo dormir. Ésta es una paradoja muy compleja, porque tengo la solución a mi problema pero esa solución me genera uno nuevo. Entonces acomodo los cables perfectamente para evitar la muerte por ahorcamiento, pero la tensión permanente que me provoca el miedo de una posible falla en mi sistema, no me permite dormir. Tengo problemas, lo sé.
  • Continuando con las averías eléctricas, ¿quién no ha temido alguna vez morir chamuscado con la electricidad? Especialmente quienes vivimos solos, tenemos miedo de recibir una patadita del enchufe que por no interrumpirse a tiempo por efecto de un tercero golpeándonos con un palo de madera, se termine convirtiendo en electrocución mortal. Y allí quedaremos, duros, con olor a pollo quemado y hasta las cejas incendiadas con expresión de sorpresa.
    En esta categoría tenemos mucho por explotar:

    • La estufita de cuarzo. Ésta se la debo a mi vieja. En invierno, nuestro traserito sufre al ponerse en contacto en estado de total desnudez con las bajas temperaturas ambientales. Recurrir entonces a la estufita de cuarzo, parece una idea razonable. Todo perfecto cuando la enchufamos y la encendemos, pero cuando salimos de la ducha, mojados, húmedos, chorreando, sumado a todo esto el vapor en el baño... todo está propicio para la electrocución mortífera. La ducha prepara el terreno para el asesinato silencioso de la estufita de cuarzo. Siempre me pregunto: "¿debo ponerme zapatos de goma o de madera para apagar la estufa estando mojada?" Y como nunca recuerdo la respuesta, la dejo encendida 15 minutos minutos hasta que me termino de secar y vestir, y recién entonces la apago. Pero mi pelo sigue mojado, y ya saben: apagar la estufa es una aventura disfrazada de muerte.
    • El caloventor: cada noche de frío que va mi sobrina a dormir a mi casa, enciendo el caloventor para que duerma calentita. Ese es un amigo de doble cara: por un lado, nos da calor y por otro, nos provoca maldormir y pesadillas. Es que si bien tiene termostato, no deja de ser un equipo eléctrico que bien puede fallar. "Puede fallar", decía el mentalista Tu-Sam. Entonces ocurre que lo enciendo y una vez por hora me despierto para ver si mi sobrina está sana y salva. Ella duerme super bien, pero yo sufro toda la noche.
    • Quiero agregar que esto de la muerte por electrocución no es un invento mío. Las estadísticas indican que en Estados Unidos en un período de 4 años, murieron 1541 personas electrocutadas. Es decir que mis temores son perfectamente bien fundados. No soy una loca de mierda simplemente. Soy una loca de mierda pero informada.
  • El baño de inmersión: aquella panacea con la que toda la gilada fantasea... Una vez metidos en el agua, es el aburrimiento total. Prevenidos de esta situación, nos acercamos un libro, pero a la hora de leerlo nos da pena que se moje. El hornito aromático y la música relajante cumplen su cometido, y ahí... ¡Zácate! Nos quedamos dormidos y morimos ahogados. ¡Ahogados por necesidad de desahogo! ¡Qué contradicción! No hay caso, en este mundo estresante, ante el intento de relajación la única salida lógica es la muerte.