domingo, 15 de abril de 2012

Mi Primera Vez en El Monumental

Esta nota fue publicada en el Diario Olé, aquí.

Sábado 15 de Abril de 2012
El camino desde Olé hasta El Monumental nos llevó por el Río de la Plata color caca y con veleritos blancos en el horizonte. El panorama y el pronóstico de lluvia aventuraban un partido de mierda. Tampoco ayudó nuestro remisero, que entrado en años, sordo y medio chicato esquivaba los autos como si estuviéramos en los autitos chocadores del Italpark. “Esto viene jodido, lo sé”, pensé.
Llegamos al estadio millonario: pisos alfombrados, paredes impecablemente pintadas y butacas vestidas de pana para los ricachones. Ah, bueno, acá hay tarasca, parece. Con mi compañera de ocasión, Verónica Drygailo, visitamos las cabinas de radio donde los señores, armados con sus micrófonos y walkie talkie tecnológicos, nos recibieron con aroma a hombre. Concentrado.

Llegamos justito, a 5 minutos de comenzar el partido. La cancha estaba al 80% de su capacidad: casi 50.000 personas vestidas de rojo y blanco concentradas en las gradas, cantando a una sola voz, esperando a sus ídolos entrar por las mangas mágicas del estadio. Hay que buscar dorima acá, chicas.

El locutor comenzó a indicar el número de camiseta para cada jugador y la hinchada enloqueció al nombre de Trezeguet. Yo le doy 3 Tangas, en mi escala del 1 al 5. Estaba sentada tan cerca de los jugadores que podría haber tocado ese maravilloso y duro trasero de Cavenaghi, pero no me animé. Un par de partidos más ¡y no respondo de mí!

El plantel de River hizo su aparición y su hinchada, fiel y seguidora en la desgracia, le dio la bienvenida con gritos, platilllos y papelitos. Medio amarrete el papel picado, comparado con la explosión de La Bombonera. A ver si te ponés con unos morlacos más, Pasarella. ¿No son millonarios, acaso?
Huracán apareció en la cancha y la hinchada le chifló como si fuera el Anticristo. Vestidos de blanco, más que futbolistas parecían heladeros. Cero sentido de la moda estos pibes.
La verdad es que el primer tiempo fue más aburrido que chupar un clavo. En el entretiempo me fui a morfar, como no podía ser de otra manera. Al mejor estilo Millonario, mi hamburguesa vino envuelta en papel metálico, todo muy higiénico. E insípido. Nada que ver con la hamburguesa roñosa de La Bombonera, entregada en mano mugrienta por el vendedor, pero deliciosa como la puta madre. Esta hamburguesa, como el partido, tenía gusto a nada. Prefiero la roña de Boca con sabor a pimienta y gol. ¡Pongan huevo, muchachos! ¡Dejen un cacho la corrección y métanse en el fango!

13 minutos después del segundo tiempo llegó el primer gol – aunque en contra. Y ahí, señoras y señores, ahí festejé con patada, puñetazo y grito. Festejé con el alma, como mina 100% con gritito agudo y movimientos torpes. Los muchachos de Huracán se pusieron de culo, tanto que les rajaron un jugador con la deliciosa roja. ¡Que se curtan!
20 minutos después, Cavenaghi nos sorprendió con el segundo gol y lo único que pude pensar fue: “Boca, la tenés adentro”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario