lunes, 13 de enero de 2014

Mi primera vez en un casting


Abril de 2003. Edad: 26 años. Grande y boluda.

Llegué a una sala de ensayo con puerta al exterior medio rara. Zona Once, llena de muchachos corpulentos que me decían guarangadas irrepetibles. Me dio cagazo así que pregunté a los vecinos si era confiable meterme ahí o si me iban a atacar. Por consejo vecinal y con más tranquilidad, me adentré.
Me saluda señor vejete, aprox 60 abriles (MUY mal llevados), con dientes postizos y pastita de comida que le quedó metida entre los dientes. Asco. 

Me saluda. Yo extiendo la mano, él me da el cachete. Le tuve que dar un beso. Ya saben lo que pienso de los besos mojados en cachete: ¡no me gusta que me dejen salivita en mi mejilla! 
Acto seguido, me entrega el guión: dos personajes femeninos, muchachitas de 16 años alumnitas de colegio, y un profesor. ¿Quién es el profesor? ¡Sí! Muy bien, el señor de los dientes postizos. Argumento: las dos pibas son amigas, el profe está metido en la magia negra y en uno de los momentos viola a una de las alumnas.
- Claro que se filma de la cintura para arriba porque si no, el profesor, o sea yo, tiene que estar sin pantalones y (bla bla bla bla) sería incómodo para la actriz y (bla bla bla) - yo seguía viendo la pastita entre los dientes...
Entonces le pregunto:
- ¿Cómo es la escena en que somete a la chica? - Porque así decía el guión: "el profesor somete a la alumna".
Y el tipo, lo más natural me dice: - El profesor agarra a la chica por la camisa, la arrastra por el piso, la sube a la cama, le separa las piernas y cuando él llega al orgasmo, como que quema a la chica por dentro y la chica desaparece.
Mientras el vejestorio hablaba, yo me imaginaba siendo arrastrada por el piso y abierta de gambas por este hombre. Ay, Dios... yo me meto en cada una...
El guión era una verdadera cagada, pero yo era una Chica Bien y no daba decírselo. En cambio, le dije:
- Es interesante el guión, no me imaginé una cosa tan esotérica... de todas maneras yo recién empiezo y no quiero meterme en algo tan comprometido como una violación. 

Respuesta: - Ah, bueno. (marcado dejo de decepción).
En fin... el tipo me dice: 

- Bueno, yo te voy a hacer una pruebita de actuación.
Me extiende una camisa blanca con una corbata de colegiala y me dice:

- ¿Te podés poner esto?
- Pero mire que no hago el papel de Victoria - la violada -
- No, ya sé.
Me saqué mi saquito negro, y sobre mi remerita blanca me calcé la ropa (no me iba a poner su camisa transparente sobre mi corpiño). Pruebas van, pruebas vienen, tuve que improvisar con el viejo verde. CREO que en un momento me rozó una lola, pero no me queda claro.
Me filmó con la cámara y luces super copadas y dijo "¡acción!" y "¡corte!" varias veces. ¡Se la re creía el man! 

Al final de todo me pregunta: 
- ¿Y a vos qué clase de personajes te gustaría hacer?
- Por ahora, algo tranquilo pero no tan comprometido como una violación.

Y luego, amigos, luego me hace LA pregunta:
- ¿Y besos?
¡¡¡OH MY FUCKING GODDDDD!!! ¡¡¡¡El viejo choto usa los castings para apretarse minitas!!!! Y mi respuesta fue lacónica:
- Depende con quién - como diciendo: a vos no te beso ni en pedo.
Antes de irme me pidió que le recomendara alguna actriz que quisiera hacer el papel de la violada porque nadie quiere (¿¡te preguntaste por qué, viejo hijo de tu madre???!!!)
Conclusión: el viejo se hizo la gran fantasía de curtirse a una colegiala, con uniforme y todo. Me grabó con su camarita y seguro verá la escena una y otra vez en la soledad de su hogar... Imaginen el resto ustedes.
Por un bueeeeeeeeen tiempo, no voy más a castings.





sábado, 4 de agosto de 2012

¿Ciudad Paranoica o Paranoica en la Ciudad?

Más y más de mis fobias…
Aunque esta nota suene a mala onda, hay una cuota de humor en las situaciones que a diario padecemos los que vivimos en las grandes ciudades donde la “sensación de inseguridad” es una realidad concreta. Y si yo puedo reirme de mis propias desgracias, ¡vos también!
Escena #1- La persecuta: Estoy en mi departamentito. Suena el timbre. Desde el portero eléctrico  se anuncia mi madre. Unos pisos después toca el timbre a mi puerta. Y yo acostumbrada a estar con el culo en la mano por miedo a los chorros, miro por la mirilla. ¿Soy o me hago? Pero más importante que esa pregunta, es: si veo a mi vieja encañonada por un extraño, ¿le abro la puerta? Realmente me da miedo mi propia respuesta.
Escena #2- La persecuta 2: Todo extraño que camina por la calle, en el supermercado, colectivo, subte, restaurant y etcétera, es un potencial asesino, violador, ladrón o secuestrador para trata de blancas. No es joda. No exagero. A todos los miro con cara de pocos amigos. Todos son unos soretes delincuentes que solo están allí para cagarme la vida y mi paz. ¡Vos también! ¿Me preguntás la hora en la calle? ¡Andate a la mierda, chorro asesino! ¿Una señora de 95 años desdentada me pide un peso para el bondi? ¡Váyase a cagar, robadora de órganos! En esta ciudad un nenito de 5 años puede tener una sevillana en el bolsillo mientras te hace el entre pidiéndote que le compres una Cindor. ¡Estos pibitos son Billy The kid
Escena #3- Facilitando el delito: Otra cosa que trajo la tecnología, a la que ya saben repudio con todo mi ser, es la distracción vía mensaje de texto, feibu y twitter. No sólo ostentamos nuestros Smartphones en la calle y medios de transporte sino que además nos exponemos a un secuestro express por estar boludeando con un mensajito de texto: “Llego a ksa y t parto como a 1 keso” ¡y ñácate! En medio segundo estás adentro de una combi blanca con destino a un prostíbulo en Salta, vestida con portaligas de encaje rojo. Y no creas que por ser varón no te puede pasar.
Escena #4- Los pendejos presos: yo salgo a pasear con mi sobrina y la paso para el ojete. Es la verdad. Estoy todo el tiempo mirando para todos los costados, por miedo a que me la roben. La plaza es un espacio absolutamente propicio para que te secuestren al pibe. Ni hablar del shopping un domingo a las 4 de la tarde en plenas vacaciones de invierno. Yo la llevo con correa de perro. Falta que le cuelgue la chapita con el nombre y mis datos para su devolución, y se convierte en mi mascota perfecta. En la calle me miran con cara de culo, como si fuera una tía maltratadora, pero a mí no me roban a la nena. ¿Tenés un problema con esto? Llamá al 0800-CHUPALA. Te atiende Candela.
Escena #5- Infelices serán mis hijos: yo pienso que la edad apropiada para dejar que mis futuros hijos caminen solos por la calle, es 25. Sí, es que hoy día tener hijos en esta ciudad es autocondenarse a una cadena perpetua de 25 años de llevarlos y traerlos a todas partes. “No recibas golosinas de extraños”, “no hables con desconocidos”, “no me sueltes la mano al cruzar”, “no mires a ese señor a los ojos”, etc. O sea... no pueden viajar en bondi ni en remisse, mucho menos ir solos en bici al colegio porque hay extraños en todas partes. Y ni te digo lo que me cuesta pensar en dejar a mis futuros pibes con una maestra, porque en definitiva, es una perfecta extraña que puede desaparecer con ellos en un santiamén. Es muy probable que mis hijos estudien en mi casa conmigo.
Escena #6- Seductor con terceras intenciones: un mushasho me mira, sé que tiene segundas intenciones  y eso quiero! Le sigo el juego, miradita va, sacudidita de pelo viene, me trae un trago, lo acepto, charlamos, chapamos y me dice de ir a su casa… me siento medio pelotuda pero pienso que es el éxtasis de conseguir un tipo que por fin me dé bola. E inmediatamente me espabilo y pienso "este tipo me puso una droga en el trago y mañana puedo despertarme en su bañera con un riñón menos". Por eso estoy soltera, lo sé. Pero es que todo hoy es un peligro, y más si siempre tu idische mame te advierte por teléfono de las nuevas prácticas delincuentes producto de un levante mal hecho. Ésta es una ciudad de locos y todo puede ocurrir. Mejor me hago monja, que sin dudas en el convento encuentro sexo seguro con el curita.
Escena #7- Los temores que transmite el feibuk:
  • No te sientes en el cine porque los chorros dejan agujas infectadas con hiv. Ok, compro la entrada y me siento en la escalera con mis anteojos 3D y el balde de pochoclo. Super normal.
  • No aceptes volantes de la calle porque contienen sustancias venenosas que al contacto con tu piel, te dejan inconsciente y te despertás en China.
  • No viajes en subte porque un extraño tocó a una chica con sustancia que provoca desmayos y se hizo pasar por su novio y la secuestró (ésta en realidad me la transmitió mi hermana-actual idische mame de sus hijos).
  • No lleves la basura al container porque un chorro sale de adentro y te roba las zapatillas.
  • No vayas a la facultad de psicología porque allí secuestran mujeres para prostituirlas.
  • No le abras al chabón del delivery de pizza porque entra a tu casa y te empoma.
  • No tengas sexo con extraños porque pinchan el forro en el baño y te embarazan de prepo y andá saber qué sputza te contagian.
De todo esto, concluyo: no hay que usar celulares-ni tener hijos-ni salir a trabajar-ni pedir delivery-ni ir al cine-ni sacar la basura-ni estudiar-ni levantarte un tipo en la calle-ni tener sexo casual. ¡Me cago en la Gran Ciudad!

PD: La escena #6 es absolutamente ficticia.



lunes, 18 de junio de 2012

Vivir solo no es pan comido - parte II

Debido a la repercusión y gran aceptación que tuvo esta nota, es que me vi en la obligación de continuar ahondando en mis fobias y temores de vivir sola y morir en el intento. Parece que a mis lectores les gusta reirse de mí, y no me vengan con eso de que se ríen "conmigo" y no "de mí". Está bien. Este blog es para eso.
Ya habrán leído entonces acerca de mis miedos a ser asesinada por desconocidos, morir por resbalamiento bañeril o por aspiraciones de moho o gas, decapitación por ventilador de techo o las consecuencias posteriores a mi muerte relacionadas con lo secretos que oculto en mi placard. Y si no lo leyeron, pueden hacerlo aquí.
Ahora bien, esos no son los únicos temores que tengo, pero dado que una nota en el blog no puede extenderse demasiado, debí hacerlo breve. He aquí la parte II.

  • Comenzando con la tecnología, noche por medio me dedico a cargar mi celular. Y en contra de todas las recomendaciones (¿?) lo hago sobre mi mesita de luz. En los noticieros amarillistas, abundan los informes que indican no cargar el celular cerca de uno pues dicen que el aparato puede recalentarse y explotar. Sin embargo, siempre me da fiaca enchufarlo lejos y expongo mi propia vida en favor de la vagancia. Duermo intranquila y en medio de la noche, me resigno y lo mudo de lugar, o simplemente lo desenchufo.
  • Dentro de esta misma categoría, encontramos nuevos miedos que aparecieron con el uso de estos malditos aparatos. Debido a la vorágine en la que vivimos, algunas noches me cuesta conciliar el sueño, y por consejo de mi psicóloga, intento dormir con música relajante. Pero el parlante no me ayuda a dormir, sólo puedo hacerlo con los auriculares en mis oídos. Es que parece que sólo así la música llega directo a mi cerebro y logra calmarlo. Sí, ya sé, soy una histérica insoportable, pero muchos comparten mi mal. Y me entenderán: si me pongo los auriculares, puedo morir ahorcada con mi propio cable mientras duermo. Y me imagino luchando contra el cable, tratando de sacarlo de mi cuello, como si estuviera intentando de salir de una bolsa de red, en la oscuridad silenciosa de mi hogar. Si no utilizo los auriculares, no puedo dormir. Ésta es una paradoja muy compleja, porque tengo la solución a mi problema pero esa solución me genera uno nuevo. Entonces acomodo los cables perfectamente para evitar la muerte por ahorcamiento, pero la tensión permanente que me provoca el miedo de una posible falla en mi sistema, no me permite dormir. Tengo problemas, lo sé.
  • Continuando con las averías eléctricas, ¿quién no ha temido alguna vez morir chamuscado con la electricidad? Especialmente quienes vivimos solos, tenemos miedo de recibir una patadita del enchufe que por no interrumpirse a tiempo por efecto de un tercero golpeándonos con un palo de madera, se termine convirtiendo en electrocución mortal. Y allí quedaremos, duros, con olor a pollo quemado y hasta las cejas incendiadas con expresión de sorpresa.
    En esta categoría tenemos mucho por explotar:

    • La estufita de cuarzo. Ésta se la debo a mi vieja. En invierno, nuestro traserito sufre al ponerse en contacto en estado de total desnudez con las bajas temperaturas ambientales. Recurrir entonces a la estufita de cuarzo, parece una idea razonable. Todo perfecto cuando la enchufamos y la encendemos, pero cuando salimos de la ducha, mojados, húmedos, chorreando, sumado a todo esto el vapor en el baño... todo está propicio para la electrocución mortífera. La ducha prepara el terreno para el asesinato silencioso de la estufita de cuarzo. Siempre me pregunto: "¿debo ponerme zapatos de goma o de madera para apagar la estufa estando mojada?" Y como nunca recuerdo la respuesta, la dejo encendida 15 minutos minutos hasta que me termino de secar y vestir, y recién entonces la apago. Pero mi pelo sigue mojado, y ya saben: apagar la estufa es una aventura disfrazada de muerte.
    • El caloventor: cada noche de frío que va mi sobrina a dormir a mi casa, enciendo el caloventor para que duerma calentita. Ese es un amigo de doble cara: por un lado, nos da calor y por otro, nos provoca maldormir y pesadillas. Es que si bien tiene termostato, no deja de ser un equipo eléctrico que bien puede fallar. "Puede fallar", decía el mentalista Tu-Sam. Entonces ocurre que lo enciendo y una vez por hora me despierto para ver si mi sobrina está sana y salva. Ella duerme super bien, pero yo sufro toda la noche.
    • Quiero agregar que esto de la muerte por electrocución no es un invento mío. Las estadísticas indican que en Estados Unidos en un período de 4 años, murieron 1541 personas electrocutadas. Es decir que mis temores son perfectamente bien fundados. No soy una loca de mierda simplemente. Soy una loca de mierda pero informada.
  • El baño de inmersión: aquella panacea con la que toda la gilada fantasea... Una vez metidos en el agua, es el aburrimiento total. Prevenidos de esta situación, nos acercamos un libro, pero a la hora de leerlo nos da pena que se moje. El hornito aromático y la música relajante cumplen su cometido, y ahí... ¡Zácate! Nos quedamos dormidos y morimos ahogados. ¡Ahogados por necesidad de desahogo! ¡Qué contradicción! No hay caso, en este mundo estresante, ante el intento de relajación la única salida lógica es la muerte.




viernes, 18 de mayo de 2012

Vivir solo no es pan comido

A diferencia de esta nota que me tomó 3 meses de investigación, sufrimiento y recolección de pruebas (fotos y videos) ésta requirió de 9 años, 4 meses y unos cuantos días. Es que ese es el tiempo que llevo viviendo sola.
Vivir solo no es pura joda. Aunque tiene sus beneficios como: 1) hacer zapping a la velocidad que te gusta, 2) escuchar la tele/música al volumen que se te antoja, 3) estar varios días con el pelo revuelto y en piyama, 4) no tener que preparar purecitos para bebecitos, 5) no tener que cocinarle al marido y muchos etcéteras más, vivir solo genera muchos miedos, angustias, ansiedades, cuasi fobias, espantos, aprensiones y desasosiegos.

Además del clásico temor a morir y que me coman los gatos (como mi ídola Bridget Jones, aunque en su caso la comían perros salvajes), éstos son algunos de los temores que desarrollé al vivir sola cuando decidí irme del hogar familiar gobernado por una idische mame cuya excesiva sobreprotección resultó en la prolongación de mi período de adolescencia hasta los 26 años.




  • El período de adaptación: al principio mi único miedo – léase único – era ser invadida por desconocidos. Esto requirió de acompañante terapéutico prolongado: 24 horas y durante aproximadamente una semana, mi hermana se instaló en mi casa y el remedio fue peor que la enfermedad. Porque en este caso la convivencia ya no era impuesta por la familia sino elegida, lo que hacía una situación psi de libro y además aumentaba exponencialmente la relación perro-gato, que se tornó insoportable. Decidí vivir con el miedo y le di el olivo a mi hermana, en lugar de salir en la sección policial de los periódicos bajo el título “Cual Caín y Abel: mujer de 26 años asesina a hermana de 28”. (Nota de la escritora: puede ser que haya sido mi hermana quien decidió irse con motivo de no aguantarme más, pero esto no está muy claro en mi memoria).
  • La bañera: pasar la pierna para ingresar a la bañera es un acto de extrema peligrosidad y no es porque yo lo diga. 14 mil japoneses mueren al año en sus bañeras, esto es un hecho. Y si ellos, que son super inteligentes pueden caer en esta muerte tan pelotuda (léase “caer” literalmente), yo bien puedo hacerlo también. Pero como ´mujer precavida vale por dos´, solucioné este inconveniente comprando un pie de plástico. Pero no. El problema con el pie de plástico es que cuando lo lavás – cada tanto tenés que hacerlo, si no sos un roñoso – las sopapas no se chupan inmediatamente al piso. Si te olvidás de este hecho trascendental, de este fenómeno físico indispensable para prevenir tu deceso, es muy probable que seas víctima de muerte por resbalación efecto banana y ya muerto sigas sintiéndote un pelotudo. El segundo problema que trae el pie de plástico es que con la combinación de agua más crema de enjuague, shampú y jabón, se generan en las sopapitas inferiores unos desagradables hongos. Y eso me lleva al…
  • Miedo a morir por respiración de vapores de moho: esto ocurrió en muchos capítulos de Doctor House, como éste. Y si ocurre en la tele, es que es verdad. Además, los que siguen a las estrellas hollywoodenses sabrán que Brittany Murphy y su también famoso marido murieron por respirar moho. Y si los famosos pueden morir por respirar moho vaporizado, yo que soy famosa, también. O sea.. si A=B y B=C, entonces A=C. Elemental, Watson. Este temor sería infundado si yo no fuera famosa. Pero bueno… muy tarde para eso (guiño cómplice). 
  • El invierno: los que vivimos solos tenemos que buscar métodos alternativos para calentarnos porque… ¡vivimos solos! ¡No tenemos quién nos caliente! (no metan el dedo en la llaga). Así que cada invierno debo llamar al gasista para que destape el piloto de mis estufas que se llenan de hollín. Ninguna implicancia sexual. La cuestión es que cuando el señor se va, me pregunto si no habrá destapado demasiado los pilotos. Y durante una semana siento que me duele la cabeza, me arden los ojos y… tengo miedo de morir por inhalación de gas. Me despierto a la madrugada para asegurarme de que la llama del piloto siga encendida y termino durmiendo para el culo durante esa semana. Pero yo voy más allá de este temor a morir, y pienso que como nadie sabe el nombre de mi gasista, mi muerte quedaría impune. Entonces cada año pienso en pasarle los datos a mi vieja para que haga justicia por mi muerte, y cada año me olvido de hacerlo. Y al invierno siguiente, el mismo ritual se repite. En todos estos escenarios, yo muero antes que toda mi familia, se entiende.
  • El verano: no, no es que no hay p… que me venga bien. El invierno y también el verano tienen sus bemoles para quienes vivimos con nuestra alma. Hay momentos del verano en que el aire acondicionado es demasiado (además ahora que limpio mi propia casa porque La Señora me abandonó, vi que el Aire Acondicionado también tiene sus honguitos) entonces recurrimos al ventilador de techo. ¡Son un arma mortal, sépanlo! ¡Esas aspas asesinas pueden decapitarme en un tris! Además, no conozco al electricista que instaló los ventiladores en mi casa hace 9 años. Sería otro crimen impune perpetrado por autor desconocido y soy demasiado moishe como para llamar a uno y que haga una actualización. 
  • Cada cena, una pena: ojo con las comidas sólidas: la milanesa, el asado, un pollito o una simple lechuguita pueden ser los causantes de una muerte lenta pero segura. Entrando por el cañito equivocado, te das cuenta de que estás muriendo, ves tu vida pasar por delante de tus ojos mientras vos, como un infeliz luchás para escupir a tu verdugo. Inútil llamar al 911 porque… ¡te estás atragantando! Y así te van a encontrar tieso con una mano sosteniendo el tenedor y la otra metida en la garganta escarbando en tu campanilla, los ojos salidos cual gato Scratchy de Los Simpsons, cuando el olor a cadáver en descomposición llegue a tus vecinos. 
  • Los esqueletos de mi placard: no creo que muchos de ustedes hayan pensado en esto, eh. Creo que con esta nota estoy avivando a unos cuantos que inmediatamente después de leer se irán a destruir pruebas. Yo guardo secretos. Aunque tengo una madre judía que siempre encuentra el modo de saber todo de mí, hay cosas que guardo sólo para mí. Y sí, hay pruebas: cartas, objetos, DVDs y CDs (no, no se trata de pelis porno ni de videos hot). Son simples secretos que revelan partes de mi vida y mi personalidad que sólo unos pocos conocen. Y mi miedo es: el día que yo muera, quienes me sobrevivan vaciarán mi casa (pelearán por mi herencia, claro) y encontrarán todos mis secretos. Y hablarán mal de mí a mis espaldas. La única alternativa que me queda es, entonces, hacer como quien no quiere la cosa e ir contándolos en alguna borrachera – con total intención – o en un momento de intimidad que da para hablar justo de ese esqueletito que tengo guardado con recelo. La reacción que siempre obtengo es: “desearía no haberlo sabido”.
Realmente soy una loca de mierda pero sólo porque tengo mucha imaginación. Yo sé que muchas personas que viven solas se van a sentir identificadas con mis temores, y van a compartir conmigo por este medio sus propios miedos y fobias. Y a partir de ese entonces, sufriré mi día a día con temores nuevos de los que antes de hoy, no sabía existían.


jueves, 26 de abril de 2012

Dos Pájaros Contraatacan en Buenos Aires

Cuando tenía 9 años y nos habíamos mudado a nuestro nuevo hogar, mi mamá escuchaba a Serrat todo el santo día. Entonces todas (Madre, hermana y yo) escuchábamos a Serrat. Ese viejecito lindo y tierno se me incrustó en mi cerebro, y empezó a gustarme. Y terminó gustándome más.
Me enteré que Serrat y Sabina venían a Buenos Aires con su Recital "Dos Pájaros Contraatacan" y compré entradas para llevar a mi vieja. Cuatro meses después, llegó la cita en el Luna Park.
Llegamos a los alrededores casi 2 horas antes (somos muy organizadas y obsesivas). El estacionamiento para recitales costaba 70 argentinos, y mi moisheada tiene un origen compartido, hereditario y podríamos decir, genético. Madre no quería pagar ese valor así que luego de dar unas vueltas encontramos un espacio en la calle, con parquímetro. Y festejamos haber cagado juntas al sistema. Hicimos High Five por los 70 pesos que nos ahorramos (que se ahorró, mejor dicho) y nos fuimos a tomar algo. ¡Hicimos negocio, Samuel!
Luego de una cena costosa en Starbucks, que a mi humilde entender "is over-rated", nos dirigimos al Luna Park. Estábamos contentas por compartir este momento y mi mamá hacía su show contándome anécdotas recientes (esto también es genético) mientras las actuaba en cuerpo y alma levantándose de su asiento.

Al rato, llegaron Ellos. Los pájaros en versión animación computada nos hicieron reír con las voces de Serrat y Sabina, en una introducción del maravilloso recital que estaba comenzando.
Abrieron a toda máquina con "Ocupen su localidad - Hoy puede ser un gran día" y el público los recibió con aplausos, gritos y declaraciones de amor.
Sabina movía sus patitas flacas con bailes cómicos y hacía zapateo americano mientras las coristas bailaban coreografías y movían sus manos y caderas cual bailaoras de Flamenco. 

Cada uno con su sombrerito: uno bombín, el otro estilo tanguero. Serrat, con su guitarra criolla, dulce y tierna. Y Sabina, con la suya bicolor, blanca y negra, moderna, guarra y muy rock & roll, que luego cambió por otras de igual estilo sabinesco. Uno con pantalón chupín y remera carcelera - no hace falta decir quién - y el otro, con pilcha muy clásica. Tan diferentes y sin embargo, ¡tan buena pareja! 

La mitad de los espectadores le gritaba a Sabina, y la otra a Serrat. ¡Los viejitos tienen arrastre!
Con movimientos toscos Serrat, y Sabina emulando a Mick Jagger con sus pasitos de baile y su deliciosa postura corporal, vestidos de traje blanco y moñito, fueron La Orquesta del Titanic, cantando sobre un fondo de escaleras del salón principal del barco hundido, con introducción de Murdock, integrante de los Les Luthiers. 

El escenario se teñía de colores según el humor de la canción: rojo, verde, azul, celeste, dorado... Y las luces blancas nos invitaban a cantar los coros. En una sola voz, los 13.000 espectadores cantamos claramente la letra de la ocasión. 
 
Mientras tanto, las vejetas de cincuenta y pico desafinaban a mi derecha y a mi izquierda. Mi vieja incluida. Yo entiendo: era la pasión y el amor por ese señorcito de sombrero tanguero y sonrisa simpática. 
Nos regalaron "Algo Personal", "Mediterráneo", "No hago otra cosa que pensar en tí", "Señora" y muchas más.

Luego de un cambio de vestuario, Serrat salió vestido de negro: moderno, con remera y saco negro, ¡el viejecito estaba sexy! "¡Qué lindo que es!" me dijo mi mamá, como una adolescente, pero más con ternura que calentura. Y yo disfruté verla así, feliz e ilusionada, y habernos regalado ese momento. 
En cada monólogo, Serrat bardeaba a Sabina, y Sabina a Serrat. Cada uno tuvo su tiempo de "solo" y luego cantaron a dúo. 



Ellos no dieron solamente un recital. Ellos hicieron un show: nos recitaron en lunfardo, hicieron monólogos de humor, nos sorprendieron con varios cambios de vestuario, nos mostraron que conocen nuestras costumbres argentinas, y bromearon sobre el conflicto Repsol. Sabían de los Wachiturros y de Zulma Lobato y comentaron acerca de la pelea sobre el subte entre Macri y Cristina. Y como frutilla del postre, Serrat hizo malabares con pelotitas de tenis. Todo esto, en un intento por ganarse nuestros corazones, como si lo precisaran. No fue un recital, no. Fue una experiencia, una vivencia. Un momento compartido a atesorar.
Mi mamá estaba feliz, y eso era todo lo que me importaba. Bailaba en su asiento meneando sus hombros, cantaba cada canción, aplaudía, sonreía y reía. Le gritaba a su ídolo al final de cada tema y cuando él cantaba, mi mamá se acercaba al borde de su asiento como deseando acortar la distancia entre ella y su ídolo. Me dio ternura y acaricié su espalda disfrutando verla feliz.
Llegó el final del encuentro y con "Cantares" nos miramos cantando a coro. Es que Serrat me conecta a mi vieja de un modo especial: en nuestro primer hogar con paz, sólo se escuchaba a Serrat (y a Valeria Lynch). Fue un recital con sabor a niñez.
Serrat y Sabina se fueron. Los Pájaros animados se despidieron y el público pidió un Bis. Luego de un rato, accedieron y nos dieron más pero luego volvieron a irse. "Van a volver, vas a ver, yo los conozco", dijo Madre. Y tenía razón. No sólo nos dieron el bis, sino también un tris. Un tema mejor que el otro, la excitación colectiva se sentía en el aire. Todos estábamos contentos. Parecíamos miembros de una ciudad pacífica, hasta que el recital terminó. Los pájaros, desplumados y agotados, se despidieron tirándonos besos.

Nos fuimos caminando por la calle Bouchard, recordando cómo nos acompañó Serrat en nuestra nueva etapa, allá por el año 1986, y en adelante.
Casi 200 dólares en dos entradas para ver a estos dos pajarracos maravillosos y recordar cómo éramos y dónde estábamos 26 años atrás (¡caramba, que estoy vieja!). Nada de eso tiene precio. 
Serrat es sinónimo de familia, hogar, niñez, crianza y remo. Te amo, vieja. 
Ésta fue para vos.

PD: Al volver al auto encontramos una multa y esta notita:
PD2: Me cago en los parquímetros porteños.

PD3: VISA nunca me cobró los 200 dólares de las entradas.


viernes, 20 de abril de 2012

Viví la Aventura: subite al subte porteño

Viajar en el Subte Porteño es toda una aventura. Como turista. Ahora… ser porteño y estar condenado a viajar día a día en el subte, es un verdadero castigo. Ser argentino duele. Y ser porteño, más.
En primer lugar, atravesar las puertas del subte en verano provoca un acto reflejo: el tufo a ser humano concentrado lleva tu cuerpo imperceptiblemente hacia atrás en un intento de resistirse a lo que lo estás sometiendo. Es que el desodorante y la ducha diaria no son prácticas habituales de algunas personas y en pleno verano es cuando más se nota.
El efecto sardina que pega tu cuerpo a los cuerpos ajenos, te permite experimentar sensaciones nunca antes vividas: sentís la calidez humana, su piel, su aliento. ¡Todas cosas que detesto! ¡Bañate, viejo! ¡Lavate la cabeza! ¡Usá Colgate Total 12, loco! 

contacto cuerpo a cuerpo
brazo atraviesa cerebro ajeno

Yo entiendo que en el verano la temperatura del subte es como de 50 grados, pero no da que los hombres vayan en camiseta y voy a explicar el por qué: si no consigue asiento, el susodicho debe viajar, obviamente, parado. Un acto natural entonces para acompañar los vaivenes del transporte es subir su brazo y tomarse de las agarraderas. ¿Y qué ocurre? ¡Vemos su chivo! ¡Eso no es sexy! ¿Alguna mujer le dijo a un hombre que es sexy el pelambre de su axila? No. Entonces, ¿por qué lo exhiben con tanto orgullo? No entiendo… ¿Hay alguna equivalencia del tipo ´cuanto más pelo tiene la axila, más grande el miembro viril´?

Por mi parte, como mido 1,56 m y no llego a las agarraderas, no me queda otra opción que dejarme sostener por los cuerpos ajenos y ejerzo el “hay que apechugar y bancársela”. No me gusta el contacto de mi piel con otra piel en el pequeño espacio de un subte sobrepoblado, tengo un leve OCD (TOC, en español). Siento en mis poros el mal olor popular compartido, que resulta de la convivencia fortuita con personas NN. ¿Queda mal tirarle perfume al de al lado? Recién bañada y perfumada, siento las gotitas de sudor rodar por mi cuerpo y estoy lista para volver a ducharme donde sea.

Y luego de un tiempo de investigación, traigo para ustedes Los Infaltables: personajes del subte que le dan color a la aventura. A continuación, el detalle:
  • Los D.A. (Depravados Anónimos). En esta categoría tenemos unos cuantos con perversiones distintas.
o   Está el rozador, aquel que disfruta con pasar una parte de su cuerpo por la tuya, como quien no quiere la cosa. Y se hace el gil escudándose en el poco espacio que hay.
o   Luego tenemos al apoyador, creo que no hacen falta las explicaciones, pero por las dudas: una siente algo en ese espacio maravilloso que tenemos las mujeres por encima de nuestro trasero, donde muchas tienen un tattoo (es que como soy petisa, los paquetes ajenos me llegan a esa altura). No sabemos si es una valija, una linterna, o si el señor está alzado. Pero como no podemos movernos para comprobar qué es, nos quedamos piolas y silbamos bajito.
o   El contactador. A este señor le gusta sentarse a tu lado aunque haya todo un banco de asientos libres. Vos te movés hacia la izquierda, él también. ¿No entiende que si te movés no es para que él se mueva también? ¿Qué tiene el latino que necesita tanto contacto humano? Él disfruta de tu cuerpo, el contacto de tu ropa, tu perfume. Y se hace la fantasía de poseerte en el subte, allí frente a todos. Luego te das por vencida, y te cambiás de asiento y la misma dinámica comienza con la pobre mujer que se sienta a su lado.
  • En la esquina del subte suele sentarse el oloroso sin causa. Al principio imperceptible pero luego penetra tus narinas. El señor huele a orina, a chivo o simplemente a humano que no se duchó en una semana entera. Es preferible viajar parado, lejos de él, que disfrutar del alivio del asiento.
  • Los músicos de alma. Ellos van con sus auriculares en sus oídos pero nos dan un show por el que no pasan la gorra: cantan en voz alta para todos. No importa si afinan o no, ellos comparten el amor por la música. Y el otro, el cumbiero sin causa, que en plena mañana te clava una cumbia con su radio portátil a todo volumen. Y es allí donde mi instinto asesino aparece (y me preocupa).
  • Estos son personajes con los que me fui encontrando durante estos meses de investigación y para los que aporto pruebas irrefutables:
o   el levanta quiniela: lleva una libretita inentendible con códigos y números y vigila de reojo que no estés mirando. Pero claro, no cuenta conmigo y mis estrategias sacafoto en lugares públicos.
o   el pianista: él escucha música, pero no canta. No. Toca el piano. Un piano invisible que sólo él conoce y puede ver. Sus dedos vuelan y se mueven al ritmo de la música. Y tocan una melodía maravillosa (no te pierdas el video). En esta misma categoría tenemos al air guitar,  pero no tuve la suerte de poder filmarlo.

  • Y por último, el roba asientos descarado. Y aquí incluyo a los hombres. En el pasado, este accionar correspondía sólo a las viejas chotas que corrían desde la otra punta del subte hasta el asiento que veían desocuparse. Pero ahora, los hombres han perdido toda caballerosidad y luchan por el tan preciado lugar a la par de las mujeres. Esto es una selva, señoras y señores, y yo también tuve que aprender. Me volví una capa robando asientos. La clave es: “si usted quiere robar un asiento, no mire a los ojos a quien le está robando. No quiera alimentar su placer viendo la cara de culo del asaltado, no quiera regocijarse con el dolor ajeno o con la victoria de un hurto del que salió sin culpa y cargo. Robe sin mirar atrás y disfrute de su asiento”. 


domingo, 15 de abril de 2012

Mi Primera Vez en El Monumental

Esta nota fue publicada en el Diario Olé, aquí.

Sábado 15 de Abril de 2012
El camino desde Olé hasta El Monumental nos llevó por el Río de la Plata color caca y con veleritos blancos en el horizonte. El panorama y el pronóstico de lluvia aventuraban un partido de mierda. Tampoco ayudó nuestro remisero, que entrado en años, sordo y medio chicato esquivaba los autos como si estuviéramos en los autitos chocadores del Italpark. “Esto viene jodido, lo sé”, pensé.
Llegamos al estadio millonario: pisos alfombrados, paredes impecablemente pintadas y butacas vestidas de pana para los ricachones. Ah, bueno, acá hay tarasca, parece. Con mi compañera de ocasión, Verónica Drygailo, visitamos las cabinas de radio donde los señores, armados con sus micrófonos y walkie talkie tecnológicos, nos recibieron con aroma a hombre. Concentrado.

Llegamos justito, a 5 minutos de comenzar el partido. La cancha estaba al 80% de su capacidad: casi 50.000 personas vestidas de rojo y blanco concentradas en las gradas, cantando a una sola voz, esperando a sus ídolos entrar por las mangas mágicas del estadio. Hay que buscar dorima acá, chicas.

El locutor comenzó a indicar el número de camiseta para cada jugador y la hinchada enloqueció al nombre de Trezeguet. Yo le doy 3 Tangas, en mi escala del 1 al 5. Estaba sentada tan cerca de los jugadores que podría haber tocado ese maravilloso y duro trasero de Cavenaghi, pero no me animé. Un par de partidos más ¡y no respondo de mí!

El plantel de River hizo su aparición y su hinchada, fiel y seguidora en la desgracia, le dio la bienvenida con gritos, platilllos y papelitos. Medio amarrete el papel picado, comparado con la explosión de La Bombonera. A ver si te ponés con unos morlacos más, Pasarella. ¿No son millonarios, acaso?
Huracán apareció en la cancha y la hinchada le chifló como si fuera el Anticristo. Vestidos de blanco, más que futbolistas parecían heladeros. Cero sentido de la moda estos pibes.
La verdad es que el primer tiempo fue más aburrido que chupar un clavo. En el entretiempo me fui a morfar, como no podía ser de otra manera. Al mejor estilo Millonario, mi hamburguesa vino envuelta en papel metálico, todo muy higiénico. E insípido. Nada que ver con la hamburguesa roñosa de La Bombonera, entregada en mano mugrienta por el vendedor, pero deliciosa como la puta madre. Esta hamburguesa, como el partido, tenía gusto a nada. Prefiero la roña de Boca con sabor a pimienta y gol. ¡Pongan huevo, muchachos! ¡Dejen un cacho la corrección y métanse en el fango!

13 minutos después del segundo tiempo llegó el primer gol – aunque en contra. Y ahí, señoras y señores, ahí festejé con patada, puñetazo y grito. Festejé con el alma, como mina 100% con gritito agudo y movimientos torpes. Los muchachos de Huracán se pusieron de culo, tanto que les rajaron un jugador con la deliciosa roja. ¡Que se curtan!
20 minutos después, Cavenaghi nos sorprendió con el segundo gol y lo único que pude pensar fue: “Boca, la tenés adentro”.

domingo, 25 de marzo de 2012

Mi Primera Vez en la Bombonera

Esta nota fue publicada en el Diario Olé, aquí.


25 de Marzo de 2012. Partido Boca-Lanús en la Bombonera.

Con tufo a porro mezclado con chori me recibieron los alrededores de la Bombonera. Las panzas de los fans asomaban por debajo de sus camisetas azul y oro. Ésta fue la primera imagen de mi primera vez en la cancha de Boca. Confieso que entré con cagazo, la vista no era lo que diríamos cordial pero le puse pecho – cosa que no me falta – a la situación y me adentré al lugar. Con mi credencial de Periodista del Diario Olé me sentía todopoderosa, cual Mujer Maravilla, y ya no me importaba nada.

La Bombonera desde la entrada
Los de Seguridad hablaban y se movían como capangas, con sus pechos inflados, no sé si por músculos o por exceso de grasa, aunque me inclino por lo segundo. La cosa estaba pesada porque dos horas antes del partido, los barras de la 12 se habían cagado a tiros con los cuidacoches en la Bombonerita. Y contra todas las probabilidades, no me cagué.




Stornelli en la rueda de prensa
"Vamos a los vestuarios" me dijo Ariel Kertzman, mi chaperón para la ocasión. Ilusiones me hice de ver a futbolistas en pelotas mostrándome sus hermosos, duros y turgentes traseros, sus planchas de ravioles sobre sus abdómenes, sus musculosas pantorrillas... Me los imaginé con las toallas blancas atadas en la cintura, pero no. En cambio, vimos a Carlos Stornelli explicando la balacera de la Bombonerita. ¿Y a vos qué minita quiere verte, Stornelli?
Luego nos encontramos con nuestros asientos privilegiados del Sector Prensa. Y allí estaba ella: sentí que San Pedro había abierto sus puertas de par en par para mí. Soberbia e imponente me miraba la Bombonera como diciendo: "vos, minita insignificante, no existís". Los más de 200 faroles iluminaban la cancha y la hacían parecer más enorme y magnánima todavía.



Blindex de por medio estaba la barrabrava de la 12: banderas azul y oro envolvían el sector de pies a cabeza y la muchachada cantaba al unísono "No me importa lo que digan, lo que digan los demás, yo te sigo a todas partes, cada vez te quiero más". Se movían al ritmo de la batucada, agitando sus brazos como si estuvieran bailando cuartetos de Rodrigo, dignos de una coreografía de Bailando por un Sueño. Les faltaba el tutú y las lentejuelas...


Al rato entraron las minitas en pelotas. "Son Las Boquitas", me explicó Ariel. Meneando sus caderas y sacudiendo sus porras, listas para la ocasión de convertirse en botineras, las muchachas vestían escuetas bikinis para el deleite de la muchachada calentona. ¿Y para cuándo los strippers para nosotras? ¡Esta cancha discrimina, loco!

Salió el plantel de Boca y el cielo explotó con papelitos de color azul y oro. La hinchada enloqueció. Los cantos de apoyo, los bombos y los platillos vibraron junto a las gradas. Y mi piso se movió. Wow... ¡Esa es la pasión de la que tanto me hablaban! ¡Existe, carajo, es real!

Y el partido comenzó. 
- ¿Dónde mierda la tiene que meter Boca? - le pregunté a Ariel. 
- ¿Es un personaje el que estás haciendo o de verdad no sabés? -  me respondió. 
O sea... ¿por qué mierda debería saberlo yo? ¿Acaso hay un cartel informativo y me lo perdí? Para no parecer más pelotuda de lo que en realidad ya soy, me calcé mi walkman del año 1985 y me puse a escuchar el partido. No sé si para gastarme o qué pero mi compañero me preguntó:
- ¿Sabés que juegan 11 de cada equipo, no? - Claro, soy minita pero no idiota.

En un momento de aburrimiento (porque hay que decirlo: al principio este partido no tenía mucha onda que digamos) me puse a jugar con mi camarita de fotos, tratando de sacar una fotito a los jugadores mientras los apretaba con mis deditos. Detrás de mí, un Seguridad capanga me miraba con complicidad esbozando una sonrisa. "Mina tenía que ser" habrá pensado. Sí, ¿y qué? Ustedes se divierten con 22 chabones persiguiendo una pelota, así que mejor no hablemos del tema. 
A todo esto, me picaba el bagre. Aproveché el entretiempo y me fui a comprar una hamburguesa. El triste sánguche con no más que pan y carne costaba 15 mangos. Con las mismas manos roñosas que recibía el dinero, el señor me entregó mi alimento. Y yo, que siempre ando con alcohol en gel en la mochila; yo, que al salir del subte y al llegar a cualquier lugar me lavo las manos indefectiblemente, me engullí la hamburguesa como si fuera La Última Cena. ¡Y estaba como la puta madre!

Mouche metió el primer Gol para Boca y Marchesin quedó solito, triste y desamparado, y me dieron ganas de consolarlo, ponerlo sobre mi pecho y decirle que todo estaría bien. Pero a los dos minutos, Riquelme lo hizo mierda con otro gol y mi instinto maternal se fue al carajo. Dos goles en cinco minutos, no hay mina que te banque, viejo. Y con cada Gol de Boca, yo festejé. Yo, que no soy bostera. Yo, que estaba allí como mera observadora. Yo festejé. ¿Qué poder que ejerce Boca sobre mí? Tendré que averiguarlo.

PD: Al terminar volvimos a Vestuarios y vimos a Falcioni, DT de Boca, con su interesante cara de ojete. Pero eso es lo menos importante de esta nota.


miércoles, 14 de marzo de 2012

Yo también soy Virginia Lago

Hace unas semanas descubrí a Virginia Lago, actriz argentina, promocionando películas en un canal de aire. Me llamó la atención su tono y mirada alegre considerando que presentaba una película terriblemente deprimente.
Unas semanas después, comenzaron a hablar de esto en los programas humorísticos y redes sociales. El tema se convirtió en un Boom y en Youtube se subieron muchos videos imitándola.
Huelga decir que tengo un ojo biónico que todo lo ve antes que nadie. ¡Que se sepa!
Aquí les presento MI video de Virginia Lago. Espero les guste!

Click AQUÍ para ver el video.