domingo, 25 de febrero de 2007

Reporte de Viaje: Costa Rica (1 de 2)


El Martes 20 de Febrero partimos desde Bocas del Toro, Panamá, hacia Puerto Viejo en Costa Rica. Tomamos una simpática lancha con 20 personas hacia Changuinola y observamos un paisaje hermoso donde la vegetación cobraba diferentes formas a medida que nos acercábamos a nuestro destino. Luego, una hora de colectivo nos llevó a Sixaola, frontera entre ambos países.
Para cruzar la frontera hay que pasar por un enorme, destartalado y largo puente de piso de tablas de madera - no siempre bien correctamente pegadas una junto a la otra. Es importante tener cuidado de no pisar justito en el espacio vacío porque de hacerlo, se te va el pie hasta la ingle mientras el resto de tu cuerpo lucha por sobrevivir en el puente, haciendo equilibrio con los brazos y tus dos mochilas al cuerpo. Esto puedo contarlo porque tengo una vasta imaginación para las cosas terribles que pueden ocurrir pero afortunadamente esto no me sucedió a mí (aún). No esto, pero otras cosas sí. Así que sigan leyendo, porque este reporte, promete.
El puente era largo, como bien dije, y peligroso. Debajo de él, un río o lago o laguna, pero finalmente agua roñosa y de color verde con mucha basura. En el viaje de bondi nos cruzamos con unos holandeses y con sólo mencionar a Máxima Zorreguieta comenzó el diálogo banal y poco interesante pero que sirvió para matar el tiempo hasta que viniera nuestro próximo colectivo que nos llevaría hacia Puerto Viejo.
Llegó el colectivo. Era grande. Ilusiones me hice de aire acondicionado. Un hondazo fuerte me derribó las ilusiones y pasamos un viaje de casi dos horas en el bondi caluroso pegoteados en los asientos de cuerina. Al levantarme, creo que dejé la primera capa de piel sobre el asiento. 

Llegamos a Puerto Viejo: un lugar precioso, con frondosa vegetación de todo tipo y color donde posaras tu mirada, un deleite para tus ojos las 24 horas, bordeado por el mar a un costado precedido por hermosos bosques poblados de árboles y arbustos y palmeras.
Unos minutos luego de estar allí, nos encontramos con nuestra 4x4 Terius. Un divino medio de transporte donde Diego se sintió bien macho durante todo el viaje.


Nuestro hospedaje fue como a 7 km de Pierto Viejo, en un lindo pueblito llamado Punta Uva en hostel de nombre Walaba, con piso decorado con tajadas circulares de árbol, baño con caracolitos pegados por doquier y cuadritos colgados en las paredes. La primera noche, me despertaron los rugidos de un monstruo, justo a la vuelta de nuestra habitación...
Enormes y numerosos baches y onda Bob Marley jamaiquina son caracteristicas de Puerto Viejo que no podia dejar de mencionar.

Al día siguiente comenzamos la recorrida del Sendero hacia la Reserva Gandoca-Manzanillo, otro lugar maravilloso con extensiones larguísimas de vegetación y animales: lagartijas, ranas rojas chiquititas, mariposas, arañas con telarañas que nos morfábamos en el camino y desesperados nos sacudíaamos cual muñeco de trapo, etc. También nos encontramos con una hermosa praderita al mejor estilo La familia Ingalls llena de mariposas de variados colores que volaban sin parar y no se posaron ni un segundo para fotografiarlas, las muy hijas de puta. (Lo digo con onda).


En la mitad del sendero quise tomar un mini atajo de 1 metro y me corté detras de una rodilla con alambre de púa. Éste fue solo un presagio, queridos amigos todos. Un presagio al que debí haberle prestado atención y no lo hice. Debemos confiar en nuestros instintos, háganme caso. Como les decía, hasta el momento yo estaba maravillada por todo lo que veií pero confiaba en poder llegar al final del sendero y volver en bote por 50 verdes, no me importaba el costo, quería no caminar más. Ya habian pasado 2 horas y media de caminata en superficies no planas: suelos rocosos, suelos llenos de ramas de árboles, suelos lodosos. Y estos últimos, amigos, fueron mis peores enemigos. Nuevamente, la búsqueda del atajo me jugó una mala pasada y le hice un saludito íntimo al barro. Metí hasta el tobillo mis dos pies en el centro de la tierra!!! Uno logré sacarlo. El otro quedó enterrado y la tierra se comió mi zapatilla Hush Puppies, las mismas con las que días atrás le había bailado a Diego música clásica en el museo. Había perdido una zapatilla. "Cien pesos al barro", fue lo primero que esta moishe pensó. Luego, me maté de la risa con Diego. Me descajeté de la risa con un desparpajo desconocido. Diego intentó hacer suelo estable con ramas de árbol mientras buscaba mi zapatilla por arriba. Asi cualquiera! Ni se ensució un dedo, ni una miserable uña hundió en el barro para salvarme de un regreso en patas. Mis medias llenas de barro, una zapatilla puesta y la otra hundida en el fondo de la tierra. Y aún no habiamos llegado a destino asi que Adiós Regreso en Bote! 
El sólo imaginarme volviendo en pies por el mismo camino andado, me hizo meter mi brazo hasta el codo en busqueda de mi calzado. Y allí lo encontré. El muy guarango se resistía a volver a ver el sol. Hizo fuerza cual sopapa contra mí, su dueña, y tuve miedo de que la tierra me chupara a mi también. Pero gané. Gané la batalla, mas no la guerra. Y de la risa histérica y desencajada pasé al llanto desconsolado y así salí en la foto. Deshicimos el camino andado, yo con mi zapatilla embarrada en mi pie desnudo y mi puchero en mi boca. Y Diego insistia en que era gracioso y "aflojate, daáe". Como a las 2 horas se me pasó el puchero y el señor de nuestro albergue me limpió las zapatillas (quedaron mejor que cuando las llevé). Luego de esta divina excursión (que pese a lo sucedido fue divina de verdad) fuimos a la playa y como premio consuelo a la noche cené langosta. Sublime.
Jueves 22: Diego manejó hacia el Parque Nacional Cahuita, otro lugar hermoso donde recorrimos senderos parecidos a los de mi visita al barro. En este sendero pudimos ver monos haciendo sus gracias, una víbora verde y una serpiente amarilla venenosa durmiendo enroscada en una rama, cangrejos caracol, varios pajaros hermosos, mariposas y la playa al costado. En Punta Cahuita hicimos un tour en bote y nos llevaron a hacer snorkell. Vimos corales de diferentes formas y nombres, un cardumen de peces azul brillante y otros peces de otros colores, tamaños y formas. El señor que nos llevó de tour me agarró de la mano en todo el paseo y me llevo por el agua mostrándome cosas, tuve mi guía particular! Mi mano blanca tomada de su mano negra en el medio del mar, un contraste maravilloso.


 
Al día siguiente hicimos el desayunito en nuestra habitacion con cocina y comimos en nuestro pequeño patio con mesita y hamaca paraguaya. Luego, hicimos de nuevo el sendero del Parque Cahuita. Esta vez descubrimos al monstruo, aquel que me asustó a la noche en la habitación de Puerto Viejo, tenia un pariente en el Parque Cahuita y no era más que un mono con un gran caudal de voz en su garganta. Misterio resuelto.



Al terminar nos encontramos con un restaurante con pileta y nos mandamos la gran argentinada de consumir lo mas baratiushka para poder usar la pile y así lo hicimos. Cuando nos quisimos volver, perdimos el bus y Diego me dio permiso para hacer dedo (porque no me dejaba hasta que se sintió también cansado y aprobó mi propuesta) hasta que dos muchiachias bondadosas nos pararon y nos llevaron a nuestro hogar temporario. 

(No te pierdas el próximo reporte, donde lucho cuerpo a cuerpo con un animal) 


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