lunes, 12 de febrero de 2007

Reporte de Viaje: Panamá (3 de 5)

El jueves 8 nos levantamos a las 4 de la madrugada y nos dirigimos hacia el aeropuerto con destino al Archipiélago de San Blas. Nuestro avión era una cosita pequeña para 20 pasajeros, 2 pilotos y obviamente sin azafata (cuac!). El vuelo fue bastante movidito asi que en cada pozo de aire le estrujé la mano a Diego hasta dejársela medio mocha.
Desde arriba, pudimos ver los bosques de Panamá con aspecto de brócoli y ya llegando al Archipiélago, pudimos ver las islas en medio del Mar Caribe, rodeadas de palmeras, arenas blancas y agua turquesa.

El Archipiélago de San Blas en realidad se llama Kuna Yala, que en lenguaje kuna quiere decir "Comarca Kuna". Allí viven solamente los indígenas de esa comunidad y ninguna persona que no sea kuna puede ser dueña de una isla. Kuna Yala tiene 365 islas y sólo 48 de ellas están habitadas.

 
Bueno, la cuestión es que llegamos al lugar y un señor kuna de nombre Giovanni nos invitó a desayunar y a conocer su isla donde brinda hospedaje por una bicoca de 100 verdes la noche.
Obviamente no nos quedaríamos allí. Nos mandamos unos huevos revueltos con tocino, banana, tostadas con manteca y café con leche (recuerden que yo venía de los RUÁ). Todo gratarola, asi fue más rico. La isla se llama Kikirdub y tiene un mini zoo: una pileta con tortugas marinas, un monito, un loro, tortugas de tierra y otros bichitos pero se vé que los que más me impresionaron fueron estos. Nos contó que su comunidad hace una fiesta cuando una niña llega a la pubertad (cuando menstrúa, digamos). La fiesta dura 7 días en los que todos morfan y se agarran una mamúa impresionante, todo corre por cuenta del padre de la nena. Estas fiestas cuestan aproximadamente 6 lucas verdes. También nos contó que si dos kunas se besan en la boca y no son novios, el hombre tiene que pagar una multa de 25 verdes; si la cosa fue a la cama y no se quieren casar, la multa es de 250.

Finalmente, fuimos en busca de hospedaje. La dueña kuna de un hotel, una señora de unos 70 años, nos cedió una de sus casas. Diego negoció con el encargado y logró bajar la tarifa de 35 verdes cada uno, a 20. Nuestro hogar resultó acogedor pero al principio yo, niña capitalina, me quería matar. Una vez que la limpiaron y decoraron con cortinas le encontré su encanto pero anduve con puchero un buen rato. Nuestra casa era una choza de techo de paja, con suelo de arena que no contaba con más mobiliario que la cama, una mesa y una silla. Teniamos unos cables para colgar la ropa y la luz se encendía de 6 de la tarde a 11 de la noche. 
El baño era compartido. Habia como 4 ó 5 inodoros con la ducha al lado, piso de cemento bastante desparejo y el agua de la ducha caía en un chorro único de agua fría y salada. El primer día me olvidé el shampoo y me lavé la cabeza con jabón. No es joda, che! Como me daba frío el agua, hice un Pantene Wash 'n Go y le puse la crema de enjuague al pelo enjabonado. Luego de ducharme, me enroñé las patas con la arena del lugar... (no comments). Por la noche, si quería ir al baño - esto ocurría como 3 veces- tenía que ir caminando como una cuadra de distancia hacia los baños guiada por la luz de la luna. Sin luz, claro, debía hacer mis cosas con la puerta abierta y oooooobviamente, parada porque ni loca me siento en inodoro compartido por tanta gente.

Almuerzo y cena constaba de: pescado, pescado, pescado, pescado, pollo, pescado, pescado, pescado. La guarnición era ensalada, ensalada, ensalada, ensalada, ensalada, papas hervidas, ensalada, ensalada, ensalada. Y también de guarnición teníamos arroz, arroz, arroz, arroz, arroz, arroz. Pese a todo, estoy sorprendida porque la comida era riquísima y mi cuerpito casi funcionó como un reloj así que abandono el Activia y cambio por una dieta de pescado y ensalada todos los días. 

La primera mañana fuimos a la Isla Perro. Hermooooooooooooosa. Qué paraíso, qué beieza! En la isla había una familia kuna viviendo en su chocita. Las señoras cosen sus molas (unas telas bordadas a mano) y los señores kuna, se rascan el higo. El agua de la playa era absolutamente cristalina y donde no había algas, se notaba un hueco de agua turquesa que te hacía caer de culo. El agua no era muy fría así que me zambullí y vi los peces con mis antiparras.

Segunda mañana: Isla Aguja. También muy linda, no voy a reiterar los hermosos paisajes con que se deleitaron nuestros ojos. Tercera mañana, otra isla.

Debo decirles que en este viaje hubo varios momentos en que temí por mi vida. Paso a relatarlos, algunos los encontrarán más abajo y otros en futuros reportes:


Momento en que temí por mi vida Nº 1: viaje a las hermosas islitas. Para ir de nuestra Isla a otra de las hermosas, tomábamos un bote que se llenaba de agua y que con el sol se sentía calentita en los pies, tipo sopita de verduras. Ni bien salíamos, todo bien, todo tranquilo. Pero una vez que estábamos en la inmensidad del Mar Caribe, las olas rompían, el bote se movía de un lado al otro (yo digo que se movía más para MI lado pero creo que eso es producto del cagazo que tenía), y el agua te empapaba totalmente. Resultado: llegábamos con la remera, pantalón y sombrero hechos sopa, pegados al cuerpo y goteando.
 
Durante nuestra estadía en la isla Nalunega, así se llama, tuvimos la oportunidad de ver un ritual por la menstruación de una niña kuna.
Nota al margen: cuando yo menstrué por primera vez, mi mamá llamó a toda la familia para dar la noticia, cosa que me dio muchísima vergüenza, y me acuerdo que me regaló un juego de ropa interior de color negro con lunarcitos rojos (o blancos, discretito, eh). A las nenas kunas les hacen una fiesta de 7 días y va toda la comunidad kuna. Realmente lo de mi mamá, fue un poroto.
El ritual fue bastante repetitivo ya que como los kunas tienen 8 dioses, hacían todo 8 veces. Aburridito. A la noche, todos estaban en recontra pedo. Llegamos a la fiesta y parte del ritual era que todos tomaran dos tragos de una bebida alcohólica que se llama seco, bastante parecida al ron. Me tocó tomar y al rato me quedaba dormida en cualquier parte... Durante la noche se nos acercaban los borrachos a contarnos historias como que su hermano kuna contrabandea con los colombianos y gana 2 millones de verdes. Otro señor borracho se nos acercó varias veces contando que era el profesor de gramática de la isla y preguntando de dónde éramos. Cada vez que venía, contaba y preguntaba lo mismo. A los dos días descubrimos que no era profesor de gramática, sino simplemente un borracho más. Luego los kuna comenzaron un baile borracho que carecía de sentido: varios hombres tomados de la mano cantaban y danzaban al ritmo de su propia música y se movían borrachamente. Esa fue la fiesta. Interesante, no? Aprendimos que también los kuna disfrutan del alcohol.

Sábado: otra isla hermosa.

Domingo: Diego amaneció engripado así que nos quedamos a lagartear en nuestra isla un par de días. Los kuna le aconsejaron tomar un té de ajo para que se le fuera el resfrío. Yo creo que habrán apostado si el extranjero se tomaba el té y alguno se ganó unos cuantos mangos. Diego tomó su té, mordió y comió dos dientes de ajo y aparte de tener mocos apestaba a ajo. Sudaba a ajo y venía todo graciosito a darme besos ajosos... =D A la noche tuvo un poco de fiebre así que le puse unos paños fríos con hielo y creo que un poquito lo congelé... pobreciiiiiiiito.... Pero ahora ya está mejor, con mucho moco pero bien.


Aquí mi aprendizaje de palabras kuna durante nuestros 5 días de estadía:
Zaila = cacique de la isla
Deguite = Hola
Tupu o también Dubu = isla
Lluvias corrependejos = lluvias de corta duración que hacen correr a los pendejos al pedo porque deja de llover rapidito.

Cosas interesantes: los kuna no usan microondas ni dvd pero andan con celular. Muy surrealista ver a la señora kuna de 70 años con su atuendo kuna, caminando descalza por la isla y hablando por celular. Antes de irnos, me dijo: "te voy a dar mi celular así me llamás si volvés"... ah, bueno... También los kuna escuchan en la radio Vilma Palma e Vampiro y otros cantantes por el estilo y ven el reality de Tyra Banks: America's Next Top Model. Eso lo vi cuando pasé frente a la casa del dueño del hotel, un kuna como de 70 años, y el tipo estaba a medio metro de la tele viendo a las futuras modelos en bolas. Impresionante... Los hombres son hombres sin importar su origen.
Los chicos para hacerse unos mangos pasan a la hora de la merienda vendiendo algo así como tortas fritas pero con forma de donuts, o pochoclo caliente. Y otra cosa que no es kuna pero ahora sí es kuna: los niños van a la escuela en uniforme. Qué mal!

Hasta aquí, mi reporte del Archipiélago de San Blas. O Kuna Yala. Se viene el del Valle de Antón en unos días.

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